miércoles, 18 de noviembre de 2009

La excepción

Ya no lloverá en septiembre ni celebraremos pascua en abril. Ya no habrá más guerras en Oriente tampoco historias con final feliz.

Más de ocho serán los meses que me esfuerce en una relación. No habrá promesas definitivas ni mucho menos serenatas al balcón.

Dejarán de existir prostitutas de oficio y solamente serán por vocación, los licores estarán en oferta y todo el día sonará en la radio buen rock and roll.

Existirá un gobernante que se empeñe en servir a su pueblo y no lo intente destruir. Una sociedad preocupada por el libre ejercicio del diario vivir.

La izquierda y la derecha un debate serio podrán concluir, mientras liberales de biblioteca saldrán a las calles a combatir.

Tendremos una utopía que el día de mañana será realidad… en donde podamos soñar.

Prescindiremos de dioses que se limiten a una religión, apóstoles que busquen ver para creer y magdalenas que se lamenten por disfrutar una noche de sexo hasta el amanecer.

Recorridos sin un cierto final, heridas que habrán de sanar y promesas que algún día se cumplirán.

Verbos que se conjuguen en plural, alientos utópicos que alguien inspirará y un espacio infinito en tiempo eterno para aprovechar.

Los conceptos dejaran de encarcelar y los diccionarios irremediablemente se venderán. Libros viejos se desempolvaran a causa de los poemas que tarde o temprano se escribirán.

No tendrán cupo escritos baratos que busquen aparentar o falsas humildades que traten de engañar a esos verdaderos maestros que nos muestran la verdad.

La excepción será una constante y no solamente una en un millón. La excepción será la vida y la rutina, un intento desesperado de improvisación.

Estar, de veras, presente en un lugar y momento dado no quiere decir, simplemente, estar y permanecer ahí. Hay que esforzarse y percatarse de lo que se presencia… escribe un filósofo catalán; Ser conscientes de nuestro presente, ser excepciones en nuestro presente.

lunes, 2 de noviembre de 2009

Y volver, volver

La nostalgia es enfermiza. Difícilmente tiempos pasados siempre fueron mejores, sin embargo nos pasamos la vida idealizando cada etapa por la que ya pasamos, los amigos que alguna vez tuvimos, los amores platónicos que jamás ocurrieron y aquéllos que sí ocurrieron pero terminamos por derrumbar o permitir su caída. Esta nostalgia aplica en muchísimos aspectos de la vida, pero voy a enfocarme en el amor de pareja, en sus dos variantes ya mencionadas.

La menos interesante para mí es la de aquéllos amores que tuvieron oportunidad de ser. Es difícil y no es el propósito ahorita descifrar el amor, puesto que está rodeado de circunstancias que lo hacen diferente, pero a la vez, ordinario; más importante aún, es demasiado complejo y sería demasiado extenso. Cuando uno llega a querer/encariñarse/amar a una persona, cuesta trabajo la separación porque se caen como castillos en el aire los planes a futuro y los sueños de una vida juntos. No niego que después de experiencias semejantes (nótese el plural) llegué a pensar que jamás encontraría a alguien igual. Y hay gente que guarda dentro de su corazón el arrepentimiento y el rencor con la vida por haber tenido a alguien ideal y permitir que huya de su vida, sin llegar a perdonarse los posibles errores cometidos que alejaron a esa musa.

Sin embargo, el tiempo y mis circunstancias me llevaron a darme cuenta de que definitivamente sanan las heridas, si uno permite que cicatricen y quiere levantarse del suelo. Y me di cuenta que cada una de esas parejas estables que se alejaron o alejé, fue porque no eramos tan compatibles como lo llegué a pensar. Cuando pasa el lógico resentimiento y rencor, uno perdona y se perdona a sí mismo por los errores cometidos y da la vuelta a la hoja, simplemente porque no es posible vivir así mucho tiempo. Creo yo que la mayoría de las personas emocionalmente saludables (y yo) pasan por esta secuencia de sentimientos.

A diferencia de estos últimos, los romances que no florecen a pesar de nuestra voluntad, son libros incompletos de los cuales solo llegamos a leer el preludio y quedamos ansiosos de más. No sabemos si la persona que no nos correspondió era compatible, si era una psicópata, si era demasiado cursi, obsesiva, celosa, cariñosa, amable, detallista. Nos quedamos con la terrible incógnita que da vida a un mundo de posibilidades no exploradas. No digo que me pase la vida arrepintiéndome o martirizándome por esos “tropiezos”, pero sí reconozco que años después he pensado simplemente… “¿y si hubiera…?” Mujeres diferentes, con diferentes sueños, ambiciones, obsesiones, preocupaciones… hasta (bendito Dios) físicamente diferentes entre sí que pasaron de largo permitiendo sólo un vistazo a ese misterio tan atractivo que es una mujer. Tan diferente y tan igual una de la otra.

Si hay algo a lo que apuesto que cada hombre y cada mujer alguna vez en su vida llega a extrañar, es ese sendero verde lleno de vida y de sol que alcanzaste a vislumbrar pero no caminar por él y se convierte en un amor declarado muerto desde antes de nacer.